Los
gobiernos pueden generar una educación pública de calidad, pero ésta implicaría
aumentar crecientemente la competencia en torno al poder y el control del
Estado. Como ejemplo de ello analicen la técnica utilizada por C. Vallejos o K. Cariola para llegar al poder.
Quienes gobiernan y controlan el Estado se educan de forma privada. Es decir,
no dependen bajo ningún punto de vista de la instrucción que el Estado entregue
y menos del curriculum “obligatorio” para los comunes mortales.
No sólo pagan escuelas privadas de alta calidad o profesores particulares
especializados, sino incluso pueden enviarlos fuera del país.
Lo irónico es que los participantes de este proceso deciden cuánto, cómo, dónde
y a quiénes educa el Estado, monopolizando el conocimiento otorgándose la
facultad de aceptar o rechazar ciertos saberes.
Esas mismas elites, han sustentado un sistema público cada vez más segmentado,
menos eficiente en su rol formador y más eficiente en cuanto a sustentar y
sedimentar la desigualdad.
Entonces se produce una paradoja pues las clases privilegiadas prefieren las
escuelas privadas para la primera fase y luego como primera opción optan por las
universidades estatales.
Entonces, terminan optando por servicios educacionales que ofrece el mismo
agente que rechazan. Valdría entonces la
pena preguntarse ¿Por qué optan por servicios universitarios del Estado, cuando
la mayoría los consideran o de mala calidad? La respuesta es muy simple. Optan por la vía
más fácil y directa para hacerse del poder del Estado.
¿Por
qué dirán algunos? Por algo simple. El Estado es un instrumento controlado por
elites que se reproducen de forma histórica, y a la vez es un monopolio que
valida y reconoce sólo a sus propias instituciones.
La sociedad, sometida al poder monopólico del Estado y la hegemonía de sus
centros de conocimiento, termina sin saberlo, por legitimar sólo esas mismas
instituciones y a los dirigentes que surgen de éstas, que van colocando
diversas barreras de entrada en diversas áreas, sobre todo cuanto al
conocimiento y al ejercicio del poder.
Por eso quizás las universidades Chilenas son como pequeños soviet, es decir son
la fuerte relación entre los intereses del poder político y el mundo académico.
Por eso, un sistema educacional público de calidad no sólo implicaría eliminar
barreras de entrada, sino que sería un alto riesgo para el poder de las clases
dirigentes aumentando la competencia en torno a alcanzar puestos de influencia.
Además, este sistema puede darle mayor independencia a un número de ciudadanos
en cuanto al Estado y por tanto aumentar la oposición a su hegemonía y dominio
irrestricto.
Como el sistema no es cerrado, un estudio del propio departamento de Economía
de la Universidad de Chile demostró las diferencias entre sus alumnos, donde
aquel miembro de elite siendo el peor alumno, tiene garantizado entre 30 a 40%
más de sueldo que el mejor alumno que viene de un sector medio-bajo.
Otro estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró que el 71 % de la elite Chilena estudia en los mismos colegios y el 20 % de ellos ha estudiado en el Saint George. Lo que hace que compartan casi todo el capital social. Siendo este a futuro un provechoso beneficio.
Otro estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró que el 71 % de la elite Chilena estudia en los mismos colegios y el 20 % de ellos ha estudiado en el Saint George. Lo que hace que compartan casi todo el capital social. Siendo este a futuro un provechoso beneficio.
¿Pero entonces cual es el beneficio?, la respuesta la debes dar tú según los últimos
acontecimientos en el País.
Una respuesta que parece obvia por mi parte es que por eso las PYME sufren
tanto. Las investigaciones no llegan –en su mayoría- a dar frutos. La innovación
es precaria y por sobretodo la democracia no deja competir con buenas armas a quienes
no pertenecen a algún “circulo”.
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